¿Cómo puedo tener la aprobación de Jehová en mi vida?

roadfall2

PDF

“‘Todos creían que yo era una ministra de tiempo completo feliz y llena de vida. Siempre era la que ayudaba a los demás con sus problemas. Sin embargo, al mismo tiempo sentía por dentro como si me estuviera muriendo. Los pensamientos perturbadores y la angustia mental me estaban afectando. Empecé a sentirme alejada de la gente. Solo quería estar acostada en casa. Durante meses, supliqué a Jehová que me dejara morir.’ —Vanessa” La Atalaya, Junio 1, 1997, p. 24

¿Alguna vez te has sentido como que, no importando cuánto te esfuerces, no logras llegar a la medida que quisieras? Oh si, asistes al Salón del Reino y plantas una sonrisa en tu rostro como diciendo, “Todo está bien…” pero en tu conciencia, sabes que no cuentas con la aprobación de Jehová sobre tu vida.

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”—2 Corintios 13:5

Pienso que todos atravesamos por tiempos en que nos examinamos a nosotros mismos, reflexionamos acerca de nuestras vidas y cuestionamos nuestra lealtad a Jehová Dios.  Después de todo, ¡Esto es lo que la Escritura nos manda hacer! Cada uno de nosotros necesita preguntarse a sí mismo, “¿Cómo me va? ¿Verdaderamente estoy ‘en la fe’?”

Quisiera compartir una experiencia que me sucedió hace muchos años, cuando atravesaba por uno de esos tiempos en que examinaba mi conciencia. Esta experiencia dio como resultado un encuentro con Jesús que cambió totalmente mi vida.

Anteriormente a esta vivencia, y aunque yo conocía acerca de Jesús y de su sacrificio de rescate por los pecados de la humanidad, Él no se me hacía muy personal para mi.  Creo que era como tener la sensación de que Él estaba arriba en el reino celestial con el Padre, y que nosotros estábamos abandonados a nuestra suerte aquí en la tierra, tratando de mantenernos alejados de los ataques de Satanás y de hacernos aceptables delante de Jehová.

Yo me congregaba en una comunidad local de creyentes cristianos; aún así, yo sabía en mi corazón que no contaba con la aprobación de Jehová sobre mi vida. Las preguntas que afloraban constantemente en mis pensamientos eran: “Si muriera yo esta noche, ¿estaría aprobada o desaprobada a los ojos de Jehová?” “¿Me concedería Él la vida eterna en el juicio venidero?”

Había un sentimiento de culpabilidad que yo cargaba porque sabía que no importaba cuánto lo intentara, siempre fallaba en eso de “sean perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.” (Mateo 5.48). Como dice Santiago 3:2: “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”

¿Cómo podría yo ser perfecta? ¿Es la perfección algo en lo que debemos “trabajar por conseguir” — y no necesariamente algo que debamos dominar en esta vida? ¿Qué acerca de la justicia de Jehová? ¿Va Jehová a equilibrar Su justicia sobre la base de Su misericordia? ¿Cómo podría Él ser justo para hacer esto? Pues disminuir en algo Su rectitud sobre la base de Su misericordia, ¡sería comprometer Su justicia! Para ser verdaderamente honesta conmigo, debo admitir que no estaba logrando discernir esto.

Recientemente, estaba recordando este hecho mientras me apresuraba en llegar a la oficina postal antes de que cerraran a las 5:30 PM. Y corriendo a través del  estacionamiento pude ver que comenzaban a cerrar las puertas principales.  Corrí a la puerta, toqué y le rogué al encargado que me dejara entrar.  Después de todo, ¡había llegado tan sólo un minuto tarde! Aún así, a través de la puerta él me dijo que ya habían cerrado y que no me podía dejar ingresar.

Cuando pensaba en esto, pude ver cómo aún en nuestro mundo de hoy, la justicia requiere que todo sea hecho a tiempo— ¡sin excepciones! Y comencé a pensar en el carácter de Jehová. Él es un Dios de orden, perfección y santidad.  Nunca hace algo fuera de tiempo, ni pone excusas en sus propósitos.  Aun cuando Él es infinitamente amoroso, Su perfección y santidad demandan que nada que sea impuro pueda entrar en Su Paraíso. Si nosotros para ser justos demandamos que nuestros congéneres humanos vivan bajo normas de perfección que no pueden ser fluctuantes (como por ejemplo el respetar un horario), ¿cómo puede Jehová ser justo para flexibilizar Sus reglas “en base a Su misericordia”? ¡No puede!! ¡Nunca se diga que nosotros los seres humanos somos más justos y rectos en las normas que requerimos de nuestros congéneres de lo que Él es! Por eso, vemos que si Jehová disminuyera su justicia en base a Su amor y misericordia, esto comprometería la misma naturaleza de Su rectitud.

Entonces, podemos apreciar la dificultad.  Es poco promisoria, ¿no es así? Aún sabiendo que Jesús murió por el pecado Adánico—por cuanto pagó por lo que Adán perdió— algo faltaba. Yo continuaba cargando sobre mis hombros la culpa de mis pecados personales (esto es, todas las veces que yo era deshonesta, desobediente, rebelde, infiel y desleal).  ¡Cómo anhelaba yo tener la seguridad de que cuando llamara a la puerta en el Paraíso, Jehová me dejaría entrar! Cómo anhelaba tener Su paz y la sensación de la aprobación de Jehová sobre mi vida.  La esperanza llegó a mí cuando comencé a interiorizar la verdad de los siguientes pasajes:

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira…Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”—Romanos 5:8-9; 2 Corintios 5:21

¿Qué quiso decir Isaías con la afirmación de que “todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6)? ¿Qué quiso decir Pablo con la afirmación de que “mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.” (Romanos 4:5)?

La luz penetró en mi corazón cuando reconocí la verdad de 1 Pedro 2:24: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.”  ¿Qué quiere decir la palabra “llevar”? Literalmente significa “cargar.” De acuerdo con este pasaje, ¿dónde fue que Jesús “cargó” con nuestros pecados? Aquí afirma que Él cargó todos nuestros pecados “en Su cuerpo.”

Cuando la luz aclaró mi corazón, esta maravillosa verdad me impactó: ¡Jehová Dios literalmente transfirió TODOS mis pecados al cuerpo de Jesús y fue colgado allí, muriendo por todas mis maldades—cargándolas “en Su cuerpo”!!

El impacto de esta vívida figura golpeó el mismo centro de mi corazón. Jesús murió—no solamente por el pecado Adánico—sino ¡por todos mis pecados personales! “En Su cuerpo,” Él cargó no sólo los pecados de toda la humanidad—sino todas las cosas que yo personalmente había hecho que me hacían estar desaprobada a la vista de Jehová—desde pensamientos impuros, hasta motivaciones egoístas que resultaban en acciones que no agradaban a Jehová.

¿Alguna vez has visualizado a Jesucristo muriendo en un madero por todos tus pecados en particular? ¿Alguna vez has visualizado Su sangre derramándose por ti? ¿Te has dado cuenta de que no fue únicamente el pecado de Adán lo que puso a Jesús en el madero, sino que fueron tus pecados los que le pusieron allí?

Al contemplar esto, de pronto llegué a percatarme de que si tuviera que estar delante de Jehová Dios, Él me podría acusar por el asesinato de Jesús y yo tendría que confesarme culpable—pues MIS pecados en particular lo mataron. Como para abrir bien los ojos, ¿no es así?

¡Pero este es el amor que Jesús tiene por ti y por mí! ¿Te das cuenta de que si tú fueses la única persona en el mundo que aceptara a Jesús, Él aún hubiera muerto por ti? ¡Esto habla de amor!! Este concepto no cabe en mí, y aún así, soy tan indigna de esto.

“…estando YA justificados en su sangre… por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios…”

Estas palabras hicieron eco en mi corazón.  Fue en este punto de quiebre en el que yo reconocí que no hay nada que yo pueda hacer personalmente para hacerme a mi misma aceptable ante Jehová y merecer Su aprobación sobre mi vida. Me di cuenta que necesitaba dirigirme directamente a Jesucristo para pedirle que sea mi Señor y Salvador personal, como dice Hechos 22:16: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate… lava tus pecados, invocando su nombre.”

Y en la medida en que continué estudiando la Palabra de Dios, descubrí cómo “ser perfecta” como el Padre demanda—no en mi propia justicia— sino en la justicia de Cristo, cuando Su sangre cubre todos mis pecados personales.  Hebreos 10:10 dice que “somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.”  La palabra santificado significa “ser separado como consagrado.”

¿Cómo somos “separados como consagrados”? De acuerdo con este pasaje, es por la “ofrenda del cuerpo de Jesucristo.” Cuando leí un poco más adelante en Hebreos 10, noté que el versículo 14 afirmaba: “porque con una sola ofrenda [sacrificial] hizo PERFECTOS para siempre a los santificados.” La palabra “perpetuamente” conlleva la idea de una “perfección” continua—basada en el sacrificio de Cristo hecho “una vez y para siempre” —el cual no es quebrantado jamás. Es una justicia que literalmente es imputada a mi favor—nunca me es quitada desde el momento en que puse toda mi confianza únicamente en Cristo.

En el mismo momento en que recurrí a Jesús y le pedí que me diera Su justicia a cambio por mi pecado, vine a ser “perfecta” en mi posición delante de Jehová Dios. Jehová ya no me mira en el contexto de mi pecado e indignidad, sino que ahora me mira en la justicia de Jesús únicamente. Colosenses 3:3 dice: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”

No puedo expresar con palabras la paz que inundó mi corazón en el momento en que le di mi vida a Jesús y confié únicamente en Él para hacerme digna delante de Jehová Dios. Todo lo que sé es que en un minuto estaba bajo la culpabilidad de mis pecados personales; al siguiente minuto estuve libre y tuve la inmediata sensación de la aprobación de Jehová.  En un minuto, Jehová Dios era distante, un Dios impersonal a quien yo oraba sin tener la certeza de que Él verdaderamente me escuchaba; al siguiente minuto Él era real para mí y su paz sobrecogedora inundaba mi ser con un gozo que no puedo explicar.  Jesús había oído personalmente mi oración, respondiéndola al lavarme de mi pecado, viniendo a mi vida e invitándome a tener una relación personal con Él.  Ciertamente, las palabras de Pablo a los Corintios han resultado ser verdaderas en mi relación con Jesús:

“…a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro…Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.”—1 Corintios 1:2, 9

¿Cómo puedes tener “compañerismo” con alguien con quien nunca has hablado? Desde que recurrí a Jesús y le pedí que me diera Su justicia a cambio de mi pecado, nunca más he temido por la desaprobación de Jehová.  En tanto vivo para Él, Jesús continúa llevándome a tener una relación más y más cercana con Él.

“Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado.”—Juan 6:28-29

Print Friendly, PDF & Email

This post is also available in: Portugués, Portugal Checo Italiano Ruso Inglés Spanish