.:SACHA – Al ser brutalmente abusada por su esposo testigo de Jehová, fue excomulgada por reportarlo a la policía.
Habiendo nacido en un hogar activo y muy estricto de testigos de Jehová, Sacha realmente creía que tenía “la verdad” y servía como Precursora Regular junto a su esposo, también testigo de Jehová. Pero cuando su esposo (un Siervo Ministerial) comenzó a abusar físicamente de ella en maneras inimaginables, ella recurrió a su familia y a los ancianos, sólo para que le dijeran que, si reportaba las brutales golpizas a la policía, aquello “empañaría el nombre de Jehová y pondría a su pueblo bajo una mala perspectiva.” Finalmente, Sacha no soportó más el abuso. Solicitó el divorcio y fue excomulgada porque los ancianos afirmaban que no tenía sustento en las Escrituras para divorciarse. Siendo rechazada por su familia y sus amigos, Sacha se mudó a un nuevo pueblo y conoció a un cristiano que la llevó a Cristo.
Nací dentro de la religión de los testigos de Jehová. Mi padre era y sigue siendo un anciano y se encuentra sirviendo actualmente como supervisor presidente de su congregación. Él ha sido supervisor de limpieza de las Convenciones de Distrito y Asambleas de Circuito desde que yo era una niña pequeña y estuvo a cargo del drama para la convención del 2009 titulado, “Mi hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida”.
Mi madre es una precursora regular, y lo ha sido desde que yo era pequeña. Mi hermano está sirviendo junto a su esposa donde la necesidad es mayor, en Nicaragua. Fui bautizada a los trece años de edad y asistí a la Escuela de Precursores a los dieciséis. Continué con mi servicio a tiempo completo después de casarme con un betelita de Patterson. Mentiría si dijera que mi niñez no fue feliz. Durante la escuela, ocasionalmente me sentí desplazada por el tema de los cumpleaños y los feriados, pero dado que no conocía nada aparte de la manera de vivir de los Testigos, no tenía idea acerca de lo que realmente me estaba perdiendo.
Tenía unos padres muy estrictos, pero a la vez amorosos, y me criaron en un cálido hogar. Ya como una joven adulta, nunca tuve la intención de abandonar la organización. Realmente creía que tenía la verdad. No fue sino hasta que me casé con mi esposo en 1997, y él comenzó a abusar de mí en maneras inimaginables, que comencé a tener mis dudas. Cuando se inició el abuso físico, yo tenía 19 años y estaba embarazada. Por un tiempo oculté el abuso porque nosotros éramos ejemplo en la congregación. Él era un Siervo Ministerial, y ambos éramos Precursores Regulares.
Finalmente, cuando llegué al punto en el que sentí que ya no podía soportar más, recurrí a mi padre y le dije que quería dejar a mi marido. Sus palabras exactas fueron:
“¡No puedes Sach! Tienes que ir con los ancianos.”
Después de una golpiza sumamente brutal, llamé a mi madre y a un anciano. Incidentalmente, este anciano había sido un amigo cercano a la familia desde antes que yo naciera y nos había dado charlas matrimoniales. Mi madre y el anciano vinieron a mi casa. Mi madre con una cámara en la mano y lista para llamar a la policía, fue detenida por el anciano, quien le dijo que esto dañaría el buen nombre de Jehová y pondría a su pueblo bajo una mala perspectiva. Sólo se me permitió quedarme en la casa de mis padres hasta que mi esposo y yo nos reuniéramos con los ancianos y fuera seguro para mi hija y para mí que regresáramos.
Esto continuó por lo menos por un año más, ¡hasta que no soporté más! Quería divorciarme, pero únicamente se podía realizar un divorcio legal, mas no conforme a las Escrituras, porque el matrimonio no había sido corrompido y yo no tenía fundamentos. Entonces, desarrollé un plan que me diera el sustento para el divorcio. Después de llevarlo a cabo, se me dijo en mi Comité Judicial (un panel de tres ancianos testigos de Jehová) que la decisión para divorciarme de mi esposo no era mía ya que él era la parte perjudicada. Él me perdonó y dijo que deseaba continuar casado conmigo. Entonces, por causa de mi decisión de divorciarme de todos modos y por mi falta de arrepentimiento, fui excomulgada.
Perdí a todos los miembros de mi familia y a todos los amigos que conocía, con excepción de mi abuela paterna, quien arriesgó su propia situación espiritual en la congregación por mantener una relación conmigo. Mantuvimos esta relación en secreto.
Cuando fui excomulgada en el 2001, me mudé a un pequeño pueblo como a una hora de donde había vivido. Conocí a un cristiano maravilloso y aún cuando me había desligado de la religión en su totalidad, después de unos seis meses de salir con él, decidí ir a la iglesia a la que asistían su padre, la esposa de su padre y su abuela. Fui con el único propósito de encontrar algún error y utilizar eso como excusa para no regresar, pero no pude encontrar nada malo con la iglesia. Todo lo que me había sido dicho con respecto a la “falsa religión” era una mentira.
Los miembros buscaban los textos de las Escrituras en sus Biblias, siguiendo al pastor mientras daba su sermón. Todos eran amigables y se acercaban para darme la bienvenida, ¡y la mejor parte era que compartían actividades con otras iglesias locales! ¡No existía esa actitud de “nosotros somos la única religión que Dios aprueba”! Ese fue probablemente el punto más decisivo para mí.
Bueno, en noviembre de 2002, me volví a casar y en mayo de este año, tuve a mi quinto hijo y todos somos muy felices. Nos congregamos en nuestra Iglesia Presbiteriana local. Mi hija de mi primer matrimonio, al igual que el resto de nuestros hijos, están siendo criados en un hogar verdaderamente cristiano, siendo amados de manera incondicional. Mientras que mis familiares miembros de los testigos de Jehová tienen una relación distante con mis hijos, aún se niegan a tener cualquier trato conmigo, a menos que esté directamente relacionado con asuntos de negocios o situaciones extremas, como algún fallecimiento.
No tengo duda en mi mente de que tomé la decisión correcta al abandonar a los testigos de Jehová. ¡Me habían lavado tanto el cerebro y estaba tan ciega! Me habían etiquetado como una “apóstata” y una “amenaza a la comunidad cristiana” porque elegí decir la verdad acerca de “la verdad”.
¡Agradezco a Dios todos los días por la vida que tengo! Siento que soy muy parecida a Job. Satanás pudo quitarme a mi familia por un poco de tiempo, ¡pero Dios la reemplazó multiplicada por diez! ¡Eso es lo que Dios hizo por mí! Puedo haber perdido a mi familia biológica, pero confío en que algún día ellos puedan ver “la verdad” por lo que realmente es y se den cuenta. Hasta entonces, Dios me ha bendecido más de lo que puedo contar y nadie, ni siquiera mi familia, puede negar esto.
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