Stephen – ex-testigos de Jehová

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.:STEPHEN

Habiendo nacido y crecido como testigo de Jehová, Stephen se sentía cansado de ser “diferente” del resto de los chicos en la escuela. Portándose mal en la escuela y rebelándose en el hogar, a Stephen lo echaron de su casa y fue excomulgado del Salón del Reino a la edad de 18 años. Habiendo perdido a su familia testigo de Jehová, se volvió a las drogas, al sexo y al alcohol, tuvo dos hijos fuera del matrimonio, uno de los cuales murió de SMSL antes que Stephen cumpliera los 21 años de edad. Divorciado y vuelto a casar a los 25, Stephen fue reincorporado como Testigo, pero continuó participando de una conducta pecaminosa a espaldas de los “hermanos.” Todo era un caos y sabía que necesitaba a Dios en su vida, ¡así que se volvió a Jesucristo y encontró un gozo y una paz inexplicables!

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Nací en 1977 y crecí como testigo de Jehová hasta que me salí a los 18 años de edad. Desde muy temprana edad, mi madre me enseñó a recitar las Escrituras de memoria. Cuando tenía 6 años de edad, ella se casó con mi padrastro, quien pronto se convirtió en un anciano (líder) y requería de todos nosotros –los niños– que fuésemos ejemplo para la congregación. ¡Cómo estudiábamos y estudiábamos durante esos años para probarnos a nosotros mismos! Dios nunca fue real para mí. Sólo importaba cómo fuera yo percibido por los demás en la congregación.

A los 8 años de edad, me uní a la Escuela Teocrática del Ministerio, comprometido consistentemente en las reuniones y salía al servicio de campo TODOS los sábados en las mañanas. Pero a los 13 o 14 años de edad, la necesidad de ser aceptado por los “chicos mundanos” me llevó a rebelarme y a portarme mal en la escuela. Nunca me rebelé violentamente, pero estaba cansado de ser diferente, y que se burlaran de mí en la escuela. Así que comencé a vivir una “doble vida” como ellos la llaman.

Una semana antes de que visitáramos Betel (las oficinas principales de la Organización Watchtower) en unas vacaciones de la familia, pasé la noche con uno de mis amigos del Salón del Reino. Su padre también era un anciano, pero asistíamos a diferentes congregaciones. Bueno, admito que fue mi idea, pero salimos a hurtadillas de la casa, tarde esa noche, y tratamos de robar cigarrillos en una tienda. Adivinaron. ¡Nos atraparon! No llamaron a la policía, ¡pero llamaron a nuestros padres! No puedo decirles cuánto lo lamentaba, no por robar, sino por haber sido atrapado; no por haber pecado contra Dios, sino porque iba a tener que vivir con el hecho de haber deshonrado a mi familia, y enfrentar la posibilidad de ser “excomulgado.” Bueno, el viaje a Betel no fue divertido por decir lo menos. Tuve que viajar desde Georgia a Nueva York sabiendo que por causa mía y mis acciones deshonrosas, mi padrastro iba a tener que dejar de ser anciano.

Tuve que comparecer ante el temido “Comité Judicial” del Salón del Reino, al igual que el otro muchacho, pero yo fui “Desaprobado Públicamente,” mientras que él en privado. ¡¿QUÉ?! ¡No podía creer lo injustos que habían sido, además de la culpa, la vergüenza y la humillación! La gente en la congregación dejó de hablarme.  Deliberadamente hacían contacto visual conmigo para luego no hablarme. ¿Por qué me desaprobaron en público y a él en privado? El odio comenzó a crecer dentro de mí.

A esas alturas, realmente comencé a desahogarme violentamente en la escuela, dañando la propiedad de esta, fumando, hablando groserías, etc. Entonces mis padres me retiraron de la escuela pública y me educaron en casa. Por un poco de tiempo, mi actitud cambió. Me volví un “Precursor Auxiliar Regular,” invirtiendo más de las 60 horas requeridas para tal título. Para mí era una manera de evitar las tareas escolares, escapar de mis padres, y verme bien ante la congregación. Bueno, funcionó por un poco de tiempo, pero luego dejé de ser precursor para conseguir un empleo.

Trabajé en un club campestre que algunas veces requería que yo trabajara hasta tarde en la noche. Comencé a llamar a mis padres mintiéndoles acerca de que trabajaba hasta tarde para poder ir a un club nocturno apto para todas las edades. Adivinaron. ¡Eventualmente fui atrapado! Esto fue un GRAN problema en casa. Mi padrastro me dijo que yo era la desgracia más grande, y mi madre se le unió. ¡Yo estaba furioso! Me dijo que ya no quería que viviera más en casa. Yo tenía 17 años en ese momento, y la ley del estado decía que ellos no podían echarme, pero yo podía irme y ellos no podían detenerme. Así que me fui y me mudé con tres muchachas y su madre.

Dejé de ir al Salón del Reino y me fui involucrando en drogas, alcohol y sexo. Fui excomulgado a los 18. Había cumplido 19 años y dos meses más tarde nació mi primer hijo, y 20 cuando nació el segundo, 21 cuando mi segundo hijo murió de SMSL (Síndrome de Muerte Súbita del Lactante), y nunca me casé con la madre. Hasta que mi hijo murió, mi familia no tenía nada que ver conmigo o con mis hijos. Se reunieron en torno a mí por un breve tiempo cuando mi hijo murió, pero ninguno de los “hermanos” de los testigos de Jehová habló en el funeral de mi hijo porque yo había sido excomulgado. Para ese tiempo, yo trabajaba en un club de entretenimiento para adultos.

Poco después de esto, podría decirse que mi familia se desligó de mí. Cuando tenía 23 años de edad, me casé con una chica en la casa de su hermana, esperando que mis padres vinieran. No sucedió para nada. Mi madre trató de estudiar con ella para involucrarla con los testigos de Jehová, pero nada resultó de aquello. Todavía continuábamos bebiendo mucho, usando drogas, y no nos importaba. Nuestro divorcio sucedió en menos de un año, y en menos de dos meses después de esto, me casé nuevamente.

A la edad de 25, dejé de consumir drogas, pero seguía siendo un bebedor empedernido. Cuando conseguí la custodia de mi hijo primogénito, realmente comencé a extrañar a mi familia. Entonces, comencé a ir al Salón del Reino y fui reincorporado como testigo de Jehová.  Para ese tiempo, seguía emborrachándome casi todas las noches, fumaba cigarrillos, maldecía, iba a clubes nocturnos, miraba películas para adultos, mentía. La lista continúa y continúa, pero fui dejado dentro de la “Organización de Dios” a pesar de todo lo que estaba haciendo a espaldas de todos. Nunca entendí esto. Mi padrastro siempre me había dicho que cuando alguien era excomulgado, era Jehová quien lo hacía, no los hermanos. Si esto hubiera sido cierto, ¿cómo Jehová me dejó dentro de la organización? Esto me confundía, pero estaba teniendo lo que quería, compañerismo con mi familia nuevamente.

Aún cuando me sentía culpable alrededor de mi madre por vivir en la manera en que lo hacía y mentir al respecto, no me sentía lo suficientemente culpable como para decírselo. Sólo había estado activo por dos meses cuando, si no lo saben ya, me metí en problemas nuevamente; esta vez fue por conducir bajo la influencia del alcohol, ¡algo que incluso fue publicado en los periódicos! Los hermanos en la congregación local me llamaron y me exigieron que fuera para hablar con ellos. Dilaté las cosas mientras pude, y finalmente les dije que me estaba mudando a más de 100 kilómetros de distancia, pero continuaron insistiendo que, antes de mudarme, debía ir para reunirme con ellos. Incluso trajeron al “Supervisor de Circuito” a mi casa para hablar conmigo. ¡Me tuve que esconder en mi propia casa! La cosa se estaba poniendo seria de modo que llamé a uno de los ancianos y le dije:

“Mira, cuando llegue a donde me estoy yendo, trataré el asunto con los hermanos allá.”

Por supuesto, nunca tuve ninguna intención de hacer tal cosa. Incluso no estaba planeando ir al Salón del Reino.  Pero aún con esta excusa, me urgieron a hablar con ellos antes de irme. Me negué porque sabía que querían excomulgarme y yo no iba a permitir que eso sucediera para perder nuevamente a mi familia.

Bien, terminé mudándome a una cuadra de la calle donde vivía mi hermanastra. Ellos estaban felices de que me hubiera mudado cerca de ellos, y ahora podían llevar a mi hija mayor con ellos al Salón del Reino. No me importaba que ella quisiera ir para apartarse de la locura que había en casa. Estuvo yendo por unos 6 meses, se unió a la Escuela Teocrática del Ministerio a la edad de 9 años, dio su primera charla, y yo estaba allí para verlo. Estaba tan orgulloso de ella y del hecho de que fuera una niña que quería vivir su vida para Jehová, algo que yo no podía hacer. ¡Le dije que era mi heroína!

Bueno, durante el tiempo en que ella estuvo asistiendo al Salón del Reino, se perdió el cumpleaños de su hermano, su propio cumpleaños, el cumpleaños de su hermana, y del Día de Acción de Gracias. Entonces, unas dos semanas antes de la Navidad del 2007, vino y me dijo:

Papi, ya no quiero ser diferente nunca más. Quiero celebrar los feriados, y si tú no vas a lograr sobrevivir el Armagedón, yo no quiero vivir sin ti.”

No puedo expresar con palabras lo que esto me hizo sentir, pero le dije que si ella ya no quería ir al Salón del Reino, yo no iba a obligarla. Lo último que hubiera querido era forzarla a ir, porque no deseaba que ella siguiera mi camino, y pasara por lo que yo pasé. Le dije que quería que ella se lo dijera a mi madre, y lo hizo. ¡Hombre! Hubieras pensado que yo era un asesino en serie o algo así.  Me preguntaron:

¿Cómo puedes permitirle tomar tal decisión? ¡Es con su vida eterna con lo que estás jugando!

Mi familia y mi madre decidieron no hablarme más. ¡Yo estaba muy enfadado por esto! Entonces, me zambullí más en “la botella.” El 8 de febrero del 2008, estaba sentado en el trabajo y me di cuenta que la razón por la que era tan miserable, era porque no tenía a Dios en mi vida. Mi esposa nunca me apoyó en ser un testigo de Jehová. Yo tenía que encontrar algo que mostrarle, para hacerle ver que necesitábamos estar en la “organización de Dios” para ser felices.

Ahora, nosotros no teníamos Internet en casa (tratando de ahorrar dinero). Lo teníamos en el trabajo, pero con todos los programas espías, la mayoría de los sitios estaban bloqueados. Teníamos “intranet” (una red de computadoras de una organización privada) y en mi página de inicio tenía una “palabra del día” que me llevaría a un diccionario, tesauro y enciclopedia. Entonces, escribí “testigos de Jehová” y aparecieron tres sitios Web. Uno de aquellos sitios era: 4jehovah.org.

Yo pensé oh, un testigo de Jehová ha elaborado un sitio Web. Con seguridad, podría encontrar algo allí que pudiera llevar a casa para mi esposa. Supuestamente no podría ser capaz de abrir el sitio, pero a que no lo saben, ¡Jesús abrió ese sitio para mí! No podía creer lo que veía. Sabía que no debía estar viendo eso, pero no podía detenerme. Cuando vi la información concerniente a la Watchtower Bible and Tract Society respaldando a las naciones Unidas, no podía creer lo que estaba viendo. Lloré, lloré y lloré. ¡Vi que todo lo que me habían enseñado era una MENTIRA! Todo aquello por lo que atravesé pudo haberse evitado.

El 13 de febrero del 2008, entré a una iglesia por primera vez, y me reuní con un pastor. Sentado con él, compartiéndole mi historia, nuevamente estaba derramando lágrimas, llorando como un niño.  Él me preguntó si podía orar por mí, y yo accedí. Oh, la paz que sentí venir sobre mí, el gozo que sentí de haber sido llevado finalmente a la Luz de Jesucristo. ¡Es el sentimiento más maravilloso que he tenido jamás!

Mi madre falleció 16 días después en un crucero. Yo estaba devastado. Nunca llegué a compartir algo de esto con ella, de decirle la verdad. Debo admitir que lamento no haber podido compartir el verdadero evangelio con ella, ¡pero no hay nada que se pueda comparar con el gozo que tengo en Cristo!

Fui bautizado el 4 de mayo del 2008 y mi hija mayor fue bautizada el 24 de agosto del 2008. Encontramos nuestra iglesia aquí en Georgia, y he podido enseñar una clase de Escuela Dominical acerca de las diferencias entre el Jesús de los testigos de Jehová y el Jesús de la Biblia. Mi vida familiar ha mejorado en casa con mi esposa. El Señor Jesús me ha quitado el deseo por el alcohol, y he sido lleno con el Espíritu Santo, quien está abriendo las Escrituras para mí para verlas como nunca lo había hecho antes.

Agradezco a Jesús todos los días por rescatarme de una muerte segura, y por llamarme hacia Él.  Jesús es el Camino, la Verdad, y la Vida, ahora y para siempre, ¡mi Fuente de Vida! Finalmente, después de 31 años, puedo unirme al apóstol Juan y decir, “Amén; sí, ven, Señor Jesús.”—Apocalipsis 22:20

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