Kevin – ex-testigos de Jehová

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.:KEVIN – Antiguo Testigo de Jehová Salido de la Homosexualidad y Salvado por Cristo

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A una temprana edad, Kevin sabía que era diferente a otros niños. Cuando su madre le dijo que era una “BESTIA” y trató de matarlo, sus sentimientos de rechazo fueron confirmados. Kevin se preguntaba, “¿De dónde vienen estos sentimientos homosexuales? ¿Nací de esta manera?” Cuando pidió la ayuda de un anciano de los testigos de Jehová, este le dio un libro para que lo leyera y corrigiera sus sentimientos, ¡pero nada funcionó! Después de mantener relaciones homosexuales con más de 100 hombres durante 15 años, Kevin clamó a Dios por liberación, y experimentó el poder sobrenatural y transformador de vidas del perdón de Jesucristo, el cual lo sanó de la homosexualidad y lo liberó del engaño de la ideología de los testigos de Jehová.

Nací en Connecticut en 1955, siendo el menor de cuatro hijos, cuando la gasolina aun costaba 39 centavos por galón. En esa época de la cultura, la gente aún no hablaba de los sentimientos homosexuales. Era tabú siquiera insinuar tales cosas. Cuando se utilizaba la palabra “gay” en aquel entonces, la gente no pensaba en la homosexualidad. En lugar de esto pensaban en ser “feliz” o pasar un tiempo “gozoso,” como en un festival. De modo que, la gente no diría “él es raro” o “es diferente.” Si alguien utilizaba el término “raro,” te hacía sentir que realmente eras un FENÓMENO de la naturaleza. Y eras excluido totalmente de la sociedad. Entonces, para ser sensibles, las personas tan sólo decían: “Él es uno de ESOS.”

Mi madre no sabía cómo mostrar afecto. Ella nunca me acurrucó ni me abrazó,  y jamás me dijo que me amaba. Lo primero que recuerdo de ella es algo que me dijo:

“Tú fuiste un error. Lamento haberte tenido. ¡Me recuerdas a una BESTIA!”

Yo tenía tan sólo seis o siete años de edad cuando ella me dijo eso. Recuerdo haberme sentido rechazado. También sentí odio y depresión, pero no podía explicar estos sentimientos porque era tan joven. Lo único que puedo decir es que podía sentir esas emociones viniendo sobre mí.

Cuando tenía ocho años de edad, estos sentimientos de que mi madre verdaderamente no me quería ni le simpatizaba, fueron confirmados porque trató de meterme en el horno, una noche del Día de acción de gracias. Batallé con fiereza hasta que finalmente pude zafarme de las manos de mi madre, mientras que mi padre estaba ahí parado observando lo que sucedía. Mi padre era cualquier cosa menos masculino. Mi madre controlaba el hogar con una vara de hierro, y todo lo que ella decía, se hacía. ¡Absolutamente todo!

Mientras que mi hermano y mis dos hermanas tenían sus propias habitaciones, yo dormí con mi mamá y papá en la habitación de ellos hasta que tuve trece años. Como a la edad de seis o siete, fui violado por mi dentista mientras él me tenía sedado. No tenía ningún modelo masculino a seguir. Incluso recuerdo haber observado a mi hermano maquillándose antes de ir a las fiestas, y dado que mi padre no se relacionaba conmigo, mi hermano era la única imagen masculina con la que me podía identificar.

La escuela era toda una pesadilla para mí debido a la falta de compañerismo con otros varones y porque no sabía cómo establecer vínculos con niños de mi edad. Ya que mi padre nunca se relacionó conmigo, yo buscaba a otro hombre para llenar ese hueco. Nunca me fue permitido satisfacer el deseo de tener amigos varones normales, jugar al fútbol, luchar y hacer lo que los niños hacen. En lugar de eso, comencé a juntarme con las niñas.

Mi madre me llevaba a todos lados con ella. Fui forzado a seguirla como si fuera su sombra. Me mantuvo cautivo para ayudarle con sus cosas. Me compraba cosas de niñitas para jugar, como muñecas y refrigeradores de juguete. Me tenía tejiendo cosas para ella. Mientras tanto, mi padre era un objeto que tan sólo estaba allí, pero nunca interactuaba conmigo. En lugar de eso, mi madre le daba órdenes como si fuera un niño. Por lo tanto, yo no tenía idea de cómo interactuar con otros niños y hombres de una manera saludable. Esto dejó un hueco dentro de mí.

Mientras crecía durante la pubertad, noté que miraba a los hombres de una manera diferente, con un fuerte deseo por estar con ellos. Durante la pubertad, estos sentimientos se volvieron imprevisibles y orientados a la sexualidad. Entonces, comencé a soñar con los hombres. Cuando trataba de acercarme a los chicos, ellos comenzaban a decirme que yo era femenino y utilizaban la palabra “maricón.” Entonces, asumí la etiqueta de “maricón” y pensaba en mí de esta manera. Finalmente, traté de suicidarme y comencé a cortarme los brazos con hojas de afeitar, haciendo cosas autodestructivas como estas porque realmente me odiaba a mí mismo.

A los trece años sufrí una crisis mental. Fui apartado de mis padres y me pusieron en un hospital mental del estado. Al principio, esto me confirmó que yo realmente era el FENÓMENO de la naturaleza que mi madre había dicho que era. Pero mientras estuve en el hospital, mi familia y yo pasamos por un programa de terapia intensivo.  Estuve en el hospital por cuatro meses antes de que me dieran de alta.

Para poder ir a casa, a mis padres les exigieron que me proporcionaran mi propia habitación. Esto sucedió cuando mi hermano y mi hermana se fueron de la casa. La consejería me ayudó a reconocer que las cosas no debían ser como mi madre las había proyectado y que un padre debería establecer vínculos con su hijo. Entonces, para cuando salí del hospital, me di cuenta que yo no era un “Monstruo” o un “Fenómeno” de la naturaleza y que Dios no estaba allí arriba “maldiciéndome” y “forzándome a ser de este modo.” Sin embargo, la consejería no hizo nada con respecto a mis sentimientos homosexuales. Para aquel entonces, el movimiento gay estaba cobrando vida y la palabra “gay” había comenzado a cambiar de significado para referirse a la homosexualidad.

Me dieron de alta en el hospital y pude continuar mi último año de la escuela. Tuve lo que yo pensé era un comienzo nuevo en la vida: amigos nuevos y gente que no conocía nada acerca de mi pasado. Incluso, para poder acercarme a Dios, comencé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová quienes habían venido a mi puerta. Pero algo me tenía perplejo. Durante todo este tiempo, yo continuaba teniendo sentimientos hacia personas de mi mismo sexo. Me preguntaba: “¿Por qué no están desapareciendo estos sentimientos?”

Fui al siquiatra para ver si tenía una pastilla que pudiera tomar para volverme heterosexual. Él me dijo que no existía ninguna pastilla como esa, y que lo que yo necesitaba era aceptarme a mi mismo con mis sentimientos tal y como eran. Mientras estudiaba en la escuela preparatoria, hice amigos nuevos al guardar mis sentimientosprofundamente, y al esconderme tras el levantamiento de pesas. Me constituí físicamente a tal punto que fui muy grande en estatura, de modo que mis amigos me aceptarían sin sospechar que tuviera alguna tendencia homosexual.

Tuve muchos amigos deportistas que jugaban al fútbol. Conforme obtenía aceptación entre los atletas por mi consistencia muscular, hice amistades y establecí vínculos con ellos. Con el tiempo, experimentamos con tener relaciones juntos, y aunque tan sólo fue un par de veces, por dentro yo ardía con sentimientos homosexuales. Entonces, a los 16 años de edad, comencé a manifestar mis sentimientos y fui por primera vez a un bar gay. Este bar era para personas entre los 16 y los 21 años de edad porque no se permitían bebidas alcohólicas allí.

A estas alturas de mi vida, yo verdaderamente creía que había nacido siendo “gay.” Entonces, comencé a buscar diferentes medios de cambiar mi género de hombre a mujer para poder justificar mi instinto homosexual. Yo razonaba que, si podía cambiar mi género a mujer, entonces me sentiría libre para disfrutar tener relaciones sexuales con hombres y ser aceptado culturalmente.

Lo único que me impedía someterme a una cirugía para cambiar de sexo era el hecho de que yo sabía internamente que había nacido hombre. Por ejemplo, podía ver que mi anatomía exterior era masculina, no tan sólo en relación a mis órganos sexuales, sino a mi constitución muscular, mis rasgos faciales (incluso sin tener barba) y mis expresiones, todas eran masculinas. Internamente, sabía que si me volvía un transexual, mi esencia realmente no se volvería femenina. Entonces, abandoné la idea de una cirugía para cambiar de sexo y continué con mis actividades homosexuales.

Mientras tanto, seguía asistiendo a las reuniones del Salón del Reino y continuaba estudiando la Biblia con los testigos de Jehová. Me sentía sumamente culpable por mi doble vida y por el hecho de que mis sentimientos no estaban desapareciendo. Simplemente, no podía lograr que mi ser respondiera al sexo opuesto. Este era mi secreto más profundo y obscuro. Finalmente me acerqué a un anciano de los testigos de Jehová para tratar de conseguir ayuda con respecto a mis sentimientos. Lo único que hizo fue entregarme un libro titulado, Los testigos de Jehová en el propósito divino, y me dijo que lo leyera. Después de una semana, me preguntó si mis sentimientos habían desaparecido. Por supuesto, nada había ocurrido, pero yo continuaba estudiando con los testigos de Jehová porque no sabía qué más hacer que pudiera ser de ayuda.

Después de otro año de estudiar con los testigos de Jehová, oré a Jehová y le pedí que me mostrara la Verdad porque mis sentimientos no estaban desapareciendo. Oré no tan sólo a Jehová, sino a Jesús, a María, a Buda y a cualquier otro “dios” o “santo” que se me ocurría para asegurarme de que estaba cubriendo todas las vías espirituales. Preguntaba:

“¿Tienen la verdad los testigos de Jehová? ¿O los católicos? ¿O los budistas, etc.?”

Poco después de esta oración, una dama se me acercó y me preguntó si había aceptado a Jesucristo como mi Salvador. Y le dije, “No, en realidad nunca lo he hecho.” Entonces ella me invitó a asistir a su iglesia, y una semana después fui al frente para hablar con el pastor acerca de mi homosexualidad. Él respondió poniendo su mano sobre mi cabeza y reprendiendo “al espíritu de homosexualidad” que él decía que tenía que salir de mi cuerpo. Me retiré avergonzado porque sentía que nada había ocurrido, pero actué como si algo si había sucedido para no hacer ver mal al pastor.

Asistí a la iglesia con regularidad y estudié la Biblia con ellos. Era una iglesia unitaria independiente que negaba la Trinidad y era muy legalista, con muchas reglas a seguir. Esto me atraía debido a mi experiencia con los testigos de Jehová. Sin embargo, aunque haya aceptado a Cristo en esta iglesia, no era el verdadero Jesús de la Biblia.

En realidad, mis sentimientos homosexuales jamás desaparecieron, pero dejé de ir a los bares gay y seguí el juego de anunciar y exagerar que había sido “liberado,” escondiéndome detrás del fisiculturismo para verme masculino. Incluso la iglesia publicó la historia de mi liberación en periódicos locales, y fui entrevistado en un programa de televisión. Me casé con una mujer de la iglesia y me forcé a responderle. Tuvimos dos hijos y vivimos lo que a otros les parecía una vida normal y feliz por cuatro o cinco años, pero todo era un encubrimiento.

Mi esposa era muy controladora y abusiva, física y emocionalmente. Cuando su violencia e ira se intensificaron en contra de mi y nuestros hijos, ella vio al pastor y otros de la iglesia para conseguir ayuda. Yo no tenía la menor idea de que el pastor la consolaría con brazos abiertos y le diría qué tan equivocado estaba yo, y que ella no debía hacerme caso porque, según él, yo estaba siendo engañado por un “espíritu.” Esto creó una gran brecha entre nosotros, y en el mismo momento en que ella se iba apartando de nuestra relación, mis sentimientos homosexuales por otros hombres se volvieron más fuertes.

En un intento desesperado por salvar nuestro matrimonio, me puse de rodillas y le rogué que comenzáramos de nuevo, cambiando de iglesias y considerando la posibilidad de mudarnos a otro estado. Ella se negó rotundamente e insistió en permanecer con el sistema de apoyo que tenía en su iglesia. Entonces, un día llegué a casa del trabajo para encontrar a uno de nuestros hijos lleno de moretones por la golpiza que le había dado mi esposa. Esa fue la gota que derramó el vaso. Me vi obligado a hacer algo para impedir que lo mismo sucediera a nuestros hijos que me había sucedido a mí de niño. Reporté el abuso a las autoridades, me divorcié de mi esposa, y obtuve la custodia legal completa de mis hijos.

Como atleta, nunca pensé que llegaría a tomar una aspirina para el dolor, ni mucho menos comenzar a consumir drogas. Pero cuando alguien me dio mi primer trago de alcohol y un poco de drogas, de inmediato me gustó el sentimiento de liberación de mi dolor. Fue la primera vez en mi vida que tuve un sentimiento de euforia como este. Abandoné mi carrera como atleta y comencé a experimentar con las drogas y el alcohol. Mientras estaba bajo la influencia de las drogas, el dolor parecía desaparecer, pero sólo era temporal. Experimenté con las drogas y el alcohol, mientras comenzaba y terminaba relaciones homosexuales, hasta los 43 años de edad.

Después de más de 100 relaciones con hombres, pude ver cómo esto estaba dañando mi cuerpo y a los otros hombres que se estaban involucrando en estas actividades conmigo. La devastación que pude ver en otros fue tan grave, que no quería permitir que mi cuerpo se deteriorara a tal nivel. ¡Sabía que Dios no había creado el cuerpo humano para esto! Un día, clamé a Dios diciendo:

“¿No estás allí? ¿No puedes liberarme?

Fue en este momento, en medio de la noche, cuando estaba clamando por ayuda, que Dios trajo a mi mente un recuerdo de mi niñez que yo había olvidado. Recuerdo la vez cuando yo tenía ocho años de edad, mi madre me estaba golpeando y me había arrojando contra la pared. Entonces juré en lo más íntimo de mi ser que nunca tendría relaciones sexuales ni me casaría con una mujer. Yo había olvidado por completo el juramento que me había hecho a mí mismo y lo había bloqueado de la mente, pero ese voto que había guardado subconscientemente dentro de mí, fue lo que creó la semilla de mis sentimientos homosexuales.

Dios abrió mis ojos a la comprensión de que yo había cargado este resentimiento hacia mi madre y había proyectado su personalidad sobre toda mujer que había tratado de acercarse a mí. Estuve mirando a las mujeres como si fueran feas, malvadas, groseras y sin amor, y reaccioné hacia ellas irracionalmente con el mismo resentimiento que había guardado hacia mi mamá. Me di cuenta que ésta había sido una caracterización errónea de las mujeres en general y que existían mujeres verdaderamente tiernas, amorosas y gentiles dentro del cuerpo de Cristo. Cuando vi a estas mujeres dentro de una iglesia cristiana, que mostraban un amor genuino, gentileza y afecto hacia sus esposos, esto me convenció que no todas las mujeres eran dominantes, mandonas y posesivas. A partir de ese momento, mis sentimientos homosexuales verdaderamente comenzaron a cambiar, y comencé a mostrar interés por las mujeres y tener sentimientos hacia ellas.

Comencé a asistir a consejería pastoral y a ver a un terapeuta profesional para tratar el asunto de mis sentimientos homosexuales y abuso de substancias tóxicas. Esta consejería me ayudó a ver que nunca había perdonado a mi madre o a mi padre, ni a las mujeres que me habían herido en el transcurso de mi vida. Conforme aprendí a perdonar de todo corazón, mis sentimientos homosexuales desaparecieron completamente junto con el resentimiento y la ira que había guardado dentro de mí por tanto tiempo. ¡Estoy sano y libre! ¡Gracias Jesús!

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. …Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”—Mateo 7:7-8, 11

La homosexualidad no fue lo único de lo que fui sanado cuando volví a Dios por ayuda. Él me mostró Quién es Jesús. Un hombre que había estado en los testigos de Jehová vino a mí y me dio a leer unos libros que ponían al descubierto el sistema de creencias de la organización Watchtower. También me dio algunos testimonios de testigos de Jehová que se habían salido de la organización para encontrar al verdadero Jesús de la Biblia. Me pude percatar que la razón por la que me había involucrado con la iglesia unitaria fue porque su sistema de creencias era extraordinariamente similar al de los testigos de Jehová. El asistir a dicha iglesia me permitió retener mis creencias y me impedía encontrar la Verdad AUTÉNTICA (Juan 14:6). Cuando leí esos libros y realicé mi propia investigación de la Biblia, aprendí acerca del Dios AUTÉNTICO y puse mi confianza en Jesús. La vida no es fácil, pero estoy libre y Él está conmigo.  ¿Qué más podría pedir?

“…y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”—Jeremías 29:13

PARA MAYOR INFORMACIÓN VEA:

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